lunes, 6 de diciembre de 2010

EL PULPO

Curioso y misterioso éste singular cefalópodo sobre el que escritores fantásticos como Julio Verne escribieron historias terroríficas en las que horribles especímenes surgidos de los abismos marinos, engullian barcos enteros devorando a sus tripulaciones como si de una lata de anchoas se tratrara.

Ya los griegos lo consideraban como uno de los manjares más excelsos del océano y así lo representaban en sus mosaicos, cerámicas y pinturas.

Cuando  Roma llegó a Hispania entre las muchas delicias que  salían de la cornisa cantábrica con destino al cesar, junto a  los   salmones y las lampreas, también viajaban pulpos secos para el deleite de los más acomodados patricios. Es difícil concretar como se comía entonces, lo que está claro es que "a la gallega" no lo hacían ya que el pimentón no apareció en Europa hasta el siglo XVII.

Pero quizás la historia más curiosa y que a su autor, Pepe Iglesias, casi le cuesta un disgusto cuando la publicó en sus libros de "Cociña Galega" es la de que el popular "Pulpo a Feira", estandarte de la comunidad, no es en realidad un plato gallego sino Maragato.

Cuando en España se descubrió que los ajís, aquí llamados pimentón, servían para conservar la matanza, Galicia se revolucionó y durante los meses estivales había una gran caravana de carros que traían el misterioso conservante por la ruta de la plata desde Extremadura y junto a él, otro preciado tesoro: el aceite de oliva.

De vuelta a la meseta llevaban pescado seco sobre todo congrio y pulpo y, en aquellos lugares donde se cruzaban los carros de ida y vuelta, se celebraba una fiesta, a menudo coincidiendo con las ferias de ganado y en las que las mujeres de los arrieros cocinaban lo que llevaban encima: pulpo, aceite y pimentón. De ahí que los pueblos famosos por su pulpo no sean los de costa sino muy al contrario los del interior de Ourense como Carballiño o el propio Lugo, en cuyas fiestas de San Froilan aun se consumen grandes cantidades de éste rico molusco.

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